En las primaveras, todos ellos se cubren de flores en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste con sus gajos torcidos que nunca de apretados capullos se viste...
Por eso, cada vez que yo paso a su lado, digo, procurando hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello de los árboles todos del huerto».
Si ella escucha, si comprende el idioma en que hablo, ¡qué dulzura tan honda hará nido en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche, cuando el viento abanique su copa, embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
Juana de Ibarbouru
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